Un ciclo personal que llega a su fin
La directora Carla Simón considera que con su más reciente largometraje, 'Romería', cierra un ciclo cinematográfico dedicado a construir el “archivo familiar” que le faltaba. La película, que compitió en la sección oficial del Festival de Cannes, culmina una trilogía personal sobre sus orígenes, que incluye las aclamadas 'Verano 1993' (2017) y 'Alcarràs' (2022).
“Mis tres películas tienen en común esa necesidad de crear ese archivo familiar que me había faltado”, afirmó la cineasta. “Siento que se cierra un ciclo que tiene que ver con historias que han sido inspiradas por mis familias”. Simón señaló que ahora busca explorar nuevas direcciones, alejadas de la exploración del pasado familiar, y anunció que prepara un musical flamenco, un proyecto que se distancia notablemente de su obra anterior.
La búsqueda de los orígenes paternos
Después de abordar en sus trabajos previos la muerte de sus padres a causa del sida y las dinámicas de su familia materna, en 'Romería' la directora se adentra en el pasado de su familia paterna. La trama sigue a Marina, un álter ego de la propia cineasta, en un viaje a la región de Vigo para descubrir la historia de amor de sus padres y la memoria familiar afectada por una generación marcada por la heroína y el sida.
Simón aborda el “fuerte estigma” y el “dolor muy profundo” que estas circunstancias generaron en la década de 1980, en lo que describe como un ejercicio de “empatía”. Según la directora, la película busca reflejar su percepción sobre sus padres “sin juzgar ni ser demasiado cruel, pero tampoco romantizando” su historia. Para ella, se trata de un acto de “memoria colectiva” para reivindicar a una generación que, nacida durante la dictadura franquista, abrazó la libertad de forma intensa en su juventud.
Una evolución hacia lo poético
Con 'Romería', Simón rompe conscientemente con el naturalismo que caracterizó sus películas anteriores, avanzando hacia un lenguaje cinematográfico más “onírico” y “poético”. “Venía de hacer dos películas con un compromiso muy fuerte con la realidad”, explicó. “Entendí que la memoria es muy subjetiva y muy selectiva”.
El rodaje se realizó en los alrededores de Vigo, los mismos lugares que la directora visitó en su juventud para indagar sobre su pasado. Esta conexión personal se refleja en la protagonista, quien utiliza una cámara para registrar los espacios vacíos que evocan la historia de sus padres, creando un juego de espejos entre lo real, lo imaginado y el propio acto de filmar como vehículo para la curiosidad y el descubrimiento.