En la reciente propuesta cinematográfica de Paul Thomas Anderson, 'Una batalla tras otra', el director se embarca en una exploración exhaustiva y a menudo desordenada de la América contemporánea, donde los conflictos políticos no se desvanecen, sino que se reiteran, transformándose a lo largo del tiempo. Estos enfrentamientos pueden manifestarse en personajes como Bob Ferguson, interpretado por Leonardo DiCaprio, un exrevolucionario retirado que vive aislado con su hija Willa, encarnada por Chase Infiniti. La película de Anderson presenta la opresión y la resistencia como ciclos palpables en una odisea que abarca décadas, donde la violencia armada, el supremacismo blanco y las deportaciones de inmigrantes se entrelazan en una danza tan absurda como trágica.
Sin embargo, 'Una batalla tras otra' también se puede interpretar como un relato íntimo sobre un padre que confronta la realidad de su hija adolescente. Este es un ejemplo de cómo el enfoque singular de Anderson hacia temas complejos puede resultar emotivo y revelador. Si bien una epopeya de casi tres horas que abarca varias generaciones podría considerarse monumental, Anderson emplea un estilo más áspero y compasivo que penetra, de manera peculiar pero incisiva, la psique estadounidense.
'Una batalla tras otra' llega tras meses de especulación y cierto escepticismo, al ser la película de mayor presupuesto y escala en la trayectoria de Anderson. No obstante, la magnitud adquiere nuevas dimensiones en su filmografía. Títulos como 'Magnolia', aunque modestos en algunos aspectos, demuestran una ambición narrativa considerable. De manera similar, 'Petróleo sangriento' careció de un espectáculo grandioso más allá de las precarias torres petroleras, pero su impacto se siente tan inmenso como el imponente Daniel Plainview de Daniel Day-Lewis.
Filmada en VistaVision, 'Una batalla tras otra' es vasta y extensa, pero mantiene una sensación de cercanía y un ritmo ágil. Esto se debe, en parte, al impulso de su prólogo inicial y a la imponente presencia de Teyana Taylor. Su personaje, Perfidia Beverly Hills, protagoniza el inicio del filme, dejando una huella tan poderosa que la narrativa se reconfigura tras su partida.
En la secuencia de apertura, se observa a Perfidia vestida de negro, cruzando un paso elevado, bajo el cual se encuentra un centro de detención de inmigrantes. El ambiente es turbulento. Bob Ferguson está allí, preparado para detonar explosivos, aunque sin comprender plenamente el plan. Ella lo tranquiliza con un imperativo: “Hazlo grande, hazlo brillante. Inspírame”.
Ellos y sus cómplices no tardan en manifestar sus intenciones, liberando a los inmigrantes, inmovilizando a los guardias militares y declarándose como el grupo radical French 75. Para Perfidia, esto marca el comienzo de una revolución, cuya causa es justa, pero su motivación es visceral. La fabricación de explosivos y la relación entre Bob y Perfidia se entrelazan. Bob sigue a Perfidia, cautivado. La madre de Perfidia desaprueba la relación, indicando: “Ella es una corredora y tú una roca”.
Paralelamente, Perfidia se cruza con el Coronel Lockjaw, interpretado por Sean Penn, un militar que también sucumbe a su influencia. En su primer encuentro, ella lo apunta con un arma y le exige “Get it up”. Estas intensas escenas, seguidas por el embarazo de Perfidia y nuevos problemas policiales para French 75, sientan las bases para el drama que se desarrolla dieciséis años después, con un resurgimiento de empoderamiento femenino.
En este punto, las fuerzas combatidas por los radicales han recuperado su ventaja. Lockjaw, interpretado por un Penn tenso y maniático, actúa con impunidad y dirige redadas ilegales a su antojo. Algunos poderosos respaldan sus métodos. Un grupo supremacista blanco secreto, The Christmas Adventurers, le ofrece membresía, saludándose con un “feliz Navidad” mientras discuten sobre la 'limpieza de la Tierra'.
French 75 ha prácticamente desaparecido. Bob permanece solo con la hija de ambos, ahora de dieciséis años. Se ha desconectado del mundo, mostrando desorientación en la interacción social, a menudo con un cigarrillo de marihuana. DiCaprio ofrece una actuación que evoca personajes más relajados, en línea con su inclinación reciente por roles menos pulidos y propensos al error, como en 'Los asesinos de la luna de las flores' y 'Érase una vez en Hollywood'.
A Willa se le atribuye el coraje de su madre. Infiniti, en su debut, transmite una fortaleza interior inconfundible. Cuando Lockjaw persigue a Willa, estalla un nuevo ciclo de violencia estatal. En ese contexto aparece Benicio Del Toro, encarnando una figura de guía y resistencia para los inmigrantes, auxiliando a Bob cuando la policía se aproxima. Es quizás el segmento narrativo más heterogéneo del filme, pero su personaje, Sergio St. Carlos, representa la personificación más clara de la libertad, firme en su propósito ético.
La película abunda en convoyes policiales y maniobras militares que transforman la América actual en un escenario de confrontación. Inspirada en 'Vineland' de Thomas Pynchon, comparte algunos choques culturales con la anterior adaptación de Anderson, 'Vicio propio'. Sin embargo, 'Una batalla tras otra', con una partitura envolvente de Johnny Greenwood que aporta un matiz épico, resulta profundamente actual y éticamente orientada.
El retrato directo del racismo, la xenofobia y el vigilantismo convierte a 'Una batalla tras otra' en una propuesta atípica en el panorama cinematográfico contemporáneo. Previsiblemente, generará debate, como lo hacen todas las obras cinematográficas significativas. Algunos podrían considerar su representación de Estados Unidos como confusa o caótica. No obstante, esos elementos también poseen un aire de verdad, al igual que el espíritu combativo que permea la historia.