Una reciente declaración de la actriz Margot Robbie ha reavivado el debate sobre el legado cultural de la película El lobo de Wall Street y su influencia en la percepción contemporánea de la masculinidad. Durante una entrevista para Letterboxd junto al actor Colin Farrell, Robbie sugirió que los hombres que consideran la cinta de Martin Scorsese como su favorita podrían manifestar una visión problemática.
Al reaccionar a un comentario que afirmaba que “las mujeres a las que les gusta esta película son sexis, pero los hombres a los que les gusta no son de fiar”, Robbie asintió, señalando: “Tiene sentido. No se equivoca”. Farrell reforzó la idea al comparar a dichos admiradores con Patrick Bateman, el protagonista de American Psycho, según reportó Vanity Fair.
Estrenada en 2013 y protagonizada por Leonardo DiCaprio como Jordan Belfort, El lobo de Wall Street narra el ascenso y la caída de un corredor de bolsa cuya vida está marcada por el exceso, la ambición desmedida y la corrupción. Aunque fue aclamada por su dirección y energía, desde su lanzamiento surgieron advertencias sobre su posible mala interpretación.
Una década después de su estreno, la película ha sido adoptada por ciertos sectores como un manifiesto de éxito y poder. En lugar de ser vista como una sátira sobre la avaricia, es percibida por algunos jóvenes como un modelo del arquetipo del “macho alfa”. Esta apropiación ha llevado a que la película sea clasificada en foros digitales como Reddit y TikTok entre las llamadas “películas de bandera roja”, aquellas cuyo favoritismo podría indicar actitudes misóginas o problemáticas.
La sátira y su paradójico efecto
El problema, según el análisis, no reside en el gusto cinematográfico, sino en la identificación acrítica con el universo de Belfort: la glorificación del dinero, el poder y la crueldad. Robbie relató conocer a personas que utilizan los discursos del personaje como una forma de motivación laboral, lo que ilustra cómo la ficción ha sido transformada en una guía de comportamiento.
Este fenómeno se enmarca en una tendencia más amplia del masculinismo contemporáneo, que a menudo se disfraza de discursos sobre meritocracia y éxito. Figuras como Andrew Tate promueven una visión del mundo en la que la agresividad y la dominación son vistas como estrategias válidas, y El lobo de Wall Street es utilizada como un referente cultural para justificar estas actitudes. En esta interpretación, el personaje de Naomi Lapaglia, interpretado por Robbie, es frecuentemente reducido a su apariencia física, mientras que la transgresión y el éxito de Belfort se celebran como virtudes.
La paradoja de la sátira, como señala Vanity Fair, es que cuanto más eficazmente retrata el exceso, mayor es el riesgo de que una parte del público termine celebrando lo que se pretendía criticar. Aunque la intención de Scorsese no era glorificar a sus personajes, la espectacularidad de la puesta en escena ha convertido la película en un símbolo para ciertos círculos financieros y jóvenes ambiciosos.
En este contexto, las palabras de Robbie actúan como una llamada a la reflexión. La actriz, que califica la película como “brillante”, no reniega de su participación, pero su advertencia subraya la necesidad de distinguir el disfrute de una obra cinematográfica de la adopción acrítica de la fantasía de poder que esta puede representar. La lección final, según su perspectiva, es aprender a ver El lobo de Wall Street como una obra de ficción y no como un modelo de vida.