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La Escasa Inversión en Ciencia Limita el Desarrollo en Bolivia

La mínima inversión de Bolivia en investigación y desarrollo, muy por debajo de los promedios regionales, limita su potencial de innovación y crecimiento económico, a pesar de los esfuerzos de instituciones aisladas que luchan por financiamiento y la formación de nuevos talentos.
En el CIAT, la investigación depende de recursos públicos, pero se fortalece mediante convenios internacionales. Foto: Internet

El Déficit de Financiamiento

La investigación científica es un motor reconocido para la innovación, el progreso social y el crecimiento económico. Sin embargo, en América Latina, la inversión en Investigación y Desarrollo (I+D) promedia apenas un 0,56% del PIB regional, según datos de 2022 de la Unesco y la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (Ricyt).

En este contexto, la situación de Bolivia es particularmente precaria. El último dato oficial registrado por la Unesco, correspondiente a 2009, situaba la inversión del país en apenas un 0,15% de su PIB. Los registros históricos muestran una tendencia a la baja desde el 0,32% invertido en 1996. En un lapso de 28 años, la Unesco solo dispone de datos para nueve de ellos, con una inversión promedio del 0,31%.

Francesco Zaratti, doctor en energías, subraya la magnitud de esta brecha al compararla con Corea del Sur, que destina el 4,81% de su PIB a la investigación. “Con esos números no sorprende que la I+D en Bolivia siga en estado embrionario y que América Latina y el Caribe contribuya solo con el 4,7% de las publicaciones científicas mundiales”, sostuvo.

Instituciones Resilientes Pese a los Desafíos

A pesar de la falta de recursos, algunas instituciones bolivianas demuestran el potencial de la investigación sostenida. Zaratti señala que para obtener resultados se necesita más que dinero: una línea de investigación relevante, una “masa crítica” de investigadores y financiamiento estable. “Bolivia tiene limitaciones económicas y carece de ‘escuelas’ de investigación para crear y mantener esa masa crítica”, afirmó.

Un ejemplo de perseverancia es el Observatorio Sismológico San Calixto (OSC), fundado en 1913. A lo largo de sus 112 años, ha mantenido su relevancia científica y educativa, dependiendo en gran medida de la cooperación internacional. Su director actual, Gonzalo Fernández, destaca que el centro ha logrado instalar siete estaciones sísmicas en el país con financiamiento privado externo y que, de 11 técnicos y científicos, 10 son bolivianos. Recientemente, el OSC fue coautor de la primera norma de Diseño Sísmico Resistente para edificaciones en el país. “Es difícil hacer ciencia, es cara, pero creo que es momento de despertar y poner algún presupuesto, algún fondo común con la empresa privada y el Estado”, reflexionó Fernández.

Otra institución destacada es el Centro de Investigación Agrícola Tropical (CIAT), que con 50 años de trayectoria ha sido fundamental para el modelo productivo de Santa Cruz. Ha liberado más de 120 variedades de semillas, desarrollado sistemas agrosilvopastoriles y fue pionero en el mejoramiento genético de ganado bovino criollo. Sin embargo, su director, Héctor Sandoval, explica que los recortes presupuestarios han afectado su operatividad, pasando de un presupuesto de 20 millones de bolivianos a cerca de 12 millones.

El Reto del Capital Humano y el Sector Privado

Uno de los mayores desafíos es la falta de relevo generacional. Sandoval, del CIAT, lamenta la dificultad para encontrar científicos jóvenes. “No se incentiva la investigación desde la universidad. La inestabilidad laboral en las instituciones públicas y los recursos limitados hacen que los nuevos profesionales busquen oportunidades en áreas más lucrativas, como la comercialización”, explicó.

Manuel Arellano, presidente de la Academia Nacional de Ciencias de Bolivia, coincide en que la inversión es insuficiente, señalando que Bolivia destina menos del 0,3% de su Presupuesto General de la Nación (PGN) a este fin, mientras el promedio latinoamericano es del 1,5%. Considera crucial incorporar al sector privado para que financie proyectos que resuelvan sus propios problemas tecnológicos.

Desde el ámbito académico, Martín Montero, decano en la Universidad Católica Boliviana (UCB), subraya que la investigación “genera conocimiento que se traduce en innovación y forma personas críticas”. Mencionó proyectos de la UCB con aplicaciones prácticas, como la elaboración de una ley municipal para proteger un área de recarga hídrica en San José de Chiquitos, demostrando que la ciencia puede generar soluciones directas para la comunidad.

Los expertos concuerdan en que el camino para fortalecer la ciencia en Bolivia requiere de alianzas público-privadas, un aumento significativo y sostenido de la inversión y políticas que incentiven la formación y retención de talento científico.

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