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En Buenos Aires, el tango emerge como una terapia innovadora para pacientes con Parkinson

Un programa hospitalario en Buenos Aires utiliza el tango para ayudar a pacientes con Parkinson a mejorar su movilidad, equilibrio y estado de ánimo, con resultados medibles respaldados por neurólogos.
Personas con párkinson bailan durante una sesión de tangoterapia en Buenos Aires (Internet)

Una terapia no convencional

En un salón de Buenos Aires, al compás de un tango, pacientes con Parkinson dejan de lado por un momento los síntomas de la enfermedad. Tomados de la mano de sus terapeutas, se mueven con una soltura y precisión que desafían su diagnóstico. Forman parte de un innovador programa de tratamiento que utiliza la danza nacional argentina como herramienta terapéutica.

Desde hace 15 años, el Hospital Ramos Mejía ha ofrecido talleres de tango en los que han participado cerca de 200 pacientes. El objetivo es estudiar y aprovechar el impacto del baile en los síntomas de esta enfermedad neurodegenerativa. Los resultados, según los organizadores, han sido alentadores.

Beneficios para la marcha y el equilibrio

“Uno de los principales problemas de la enfermedad es el trastorno de la marcha, y el tango, como danza caminada, trabaja el inicio y frenado de los pasos y estrategias para caminar”, explica la neuróloga Nélida Garretto. La terapia se enfoca en rehabilitar la parte motora, que se ve severamente afectada por el Parkinson.

Los especialistas han observado que muchos pacientes encuentran formas de aliviar síntomas como los bloqueos motores, que pueden “congelar” la marcha de una persona. “Una paciente nos contó que cuando se congela, intenta hacer el ‘ocho’ —uno de los pasos clásicos del tango— con los pies, y eso le permite salir del bloqueo”, relata la neuróloga Tomoko Arakaki. Según su explicación, bailar tango ayuda a construir una “vía sensorial” que facilita la caminata.

Si bien el tratamiento farmacológico sigue siendo fundamental, “el tango se utiliza para rehabilitar la parte motora. Con la música se puede salir de situaciones complejas”, sostiene Arakaki.

Impacto social y anímico

Además de los síntomas físicos como temblores, rigidez y dificultades de equilibrio, el Parkinson a menudo conduce al aislamiento social y la depresión. El taller de tango también aborda estos aspectos. “Si es para frenar el avance, tengo que hacerlo, tengo que bailar para vivir”, afirma una participante de 66 años, diagnosticada hace dos, quien asegura que la danza mejora tanto su estabilidad como su estado de ánimo.

Los pacientes bailan con parejas que no padecen la enfermedad, bajo la guía de bailarines y terapeutas profesionales. “Para mí, esta es la felicidad de todos los martes”, comenta una jubilada de 86 años para quien la experiencia le recuerda su juventud y le proporciona un vital espacio de socialización.

El neurólogo Sergio Rodríguez confirma los beneficios observados con datos concretos. “Cada año realizamos evaluaciones específicas para analizar los beneficios del tango”, señala. “Hemos medido mejoras en capacidades cognitivas, habilidades motoras, marcha y equilibrio”.

La eficacia del tango no reside únicamente en ser una danza caminada. Exige a los bailarines seguir ritmos complejos, moverse en una dirección determinada e interpretar las señales físicas de su pareja. “Hay muchos mensajes simultáneos que deben resolverse, lo que resulta muy positivo para esta enfermedad”, concluye la doctora Garretto. Al final de cada clase, un aire de satisfacción llena la sala, validando la idea de que, como dice una de las terapeutas, “nadie puede quitar lo que se ha bailado”.

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