Una creciente conversación en la cultura popular sobre la estatura ha puesto de relieve un procedimiento médico tan extremo como real: la cirugía de alargamiento de huesos. Aunque a menudo se presenta como una solución para quienes desean aumentar su altura por razones estéticas, esta intervención, que consiste esencialmente en fracturar voluntariamente los huesos de las piernas, conlleva costos significativos y riesgos considerables para la salud.
Originalmente, la técnica de alargamiento óseo fue desarrollada con fines reconstructivos, principalmente para corregir discrepancias en la longitud de las extremidades, una condición que puede afectar la capacidad de caminar de forma equilibrada, especialmente en niños. No obstante, su aplicación con fines puramente estéticos ha ganado terreno, atrayendo a personas dispuestas a someterse a un largo y doloroso proceso para ganar algunos centímetros de altura.
Un procedimiento complejo y gradual
La intervención quirúrgica es invasiva. Consiste en realizar un corte preciso en un hueso de la pierna, generalmente el fémur o la tibia, para dividirlo en dos secciones. En el espacio creado por la fractura, se inserta un dispositivo de elongación, a menudo un clavo intramedular telescópico. Para aumentos de estatura superiores a los 8 centímetros, es común que el procedimiento deba realizarse en ambos huesos, el fémur y la tibia, en fases separadas.
Tras la cirugía, que requiere una hospitalización de aproximadamente tres días, comienza la fase de distracción. Durante este período, que puede durar unos dos meses, el paciente utiliza un control remoto externo para alargar gradualmente el dispositivo interno, separando los extremos del hueso a un ritmo de aproximadamente un milímetro por día. Este lento estiramiento estimula al cuerpo a generar nuevo tejido óseo en el espacio creado. Una vez alcanzada la longitud deseada, se inicia la fase de consolidación, en la que se espera a que el nuevo hueso se endurezca y fortalezca lo suficiente para soportar el peso del cuerpo.
El alto costo y la alternativa del turismo quirúrgico
El alargamiento óseo es un procedimiento prohibitivo para muchos. En clínicas especializadas de Europa y Estados Unidos, los costos pueden oscilar entre los 50.000 y los 200.000 euros. Esta barrera económica ha impulsado un auge del turismo quirúrgico, un fenómeno similar al observado con los implantes capilares, donde los pacientes viajan a países con costos médicos más bajos.
Turquía se ha convertido en uno de los destinos principales para esta cirugía. Sin embargo, la elección de clínicas de bajo costo que no cumplen con los estándares sanitarios adecuados incrementa exponencialmente el riesgo de complicaciones graves. A diferencia de procedimientos menos invasivos, un alargamiento óseo fallido puede tener consecuencias devastadoras.
Un ejemplo documentado es el caso, reportado por un equipo científico irlandés en 2024, de un hombre de 28 años que viajó a Turquía en 2022 para someterse a la operación. Meses después, comenzó a experimentar dolor agudo en las piernas y la cadera. Su condición empeoró en 2023, cuando fue ingresado en urgencias en múltiples ocasiones con síntomas de una infección severa que no respondía a los tratamientos iniciales. Los médicos finalmente determinaron que los implantes eran el foco de la infección y tuvieron que intervenir quirúrgicamente para retirarlos. Tras 17 días de hospitalización y un tratamiento intensivo con antibióticos, el paciente logró recuperarse, pero su caso subraya los peligros de buscar alternativas más económicas sin las debidas garantías médicas.