Una evacuación intestinal normal no debería durar más de tres a cinco minutos. Sin embargo, cuando este tiempo se extiende más allá de los diez minutos, puede ser indicativo de un problema subyacente o, más importante aún, la causa directa de una serie de afecciones médicas. El hábito, cada vez más común, de utilizar dispositivos móviles o leer en el baño prolonga una postura que ejerce una presión perjudicial sobre los músculos, nervios y tejidos de la zona pélvica.
El problema no reside únicamente en condiciones como el estreñimiento, que naturalmente alarga el proceso, sino en la permanencia voluntaria. Para muchas personas, el baño se ha convertido en un refugio para el entretenimiento o la tranquilidad. No obstante, la ergonomía del inodoro lo convierte en un asiento inadecuado para estancias prolongadas, generando riesgos que no se asocian con sentarse en una silla convencional.
Consecuencias médicas de la permanencia prolongada
Adam Taylor, profesor de anatomía en la Universidad de Lancaster, ha detallado varios de los principales riesgos asociados a este hábito. Las complicaciones más comunes son las hemorroides, que consisten en la inflamación de los vasos sanguíneos en el recto y el ano debido a un aumento de la presión en los cojines anales. Por una razón similar, pueden producirse fisuras o desgarros anales, cortes dolorosos en el delgado revestimiento del canal anal.
En casos más extremos, el esfuerzo constante y la fuerza de la gravedad pueden ocasionar un prolapso rectal, una condición grave en la que la parte final del intestino se desliza fuera de su posición y sobresale del ano. Taylor documenta el caso de un hombre al que se le descolgaron 14 centímetros del recto tras pasar 30 minutos en el inodoro jugando con su teléfono.
La compresión prolongada de los tejidos también interrumpe el flujo sanguíneo, lo que puede dar lugar a úlceras por presión, llagas dolorosas que se forman cuando el tejido se daña por falta de oxígeno. Si bien el mero hecho de sentarse no es la causa, el esfuerzo repetido y prolongado puede contribuir a la formación de una hernia de hiato, donde parte del estómago protruye a través del diafragma hacia el tórax.
Finalmente, la postura puede comprimir los nervios que se dirigen a las piernas, provocando entumecimiento y hormigueo. En personas susceptibles, el esfuerzo puede desencadenar un síncope vasovagal, una caída brusca de la presión arterial y la frecuencia cardíaca que causa mareos o desmayos.
Por qué el inodoro no es como una silla
La diferencia fundamental entre sentarse en un inodoro y en una silla radica en la distribución de la presión. Mientras que una silla soporta el peso del cuerpo a través de los glúteos y la parte superior de los muslos, el diseño del inodoro deja los músculos del glúteo sin soporte, concentrando toda la presión en el perineo y el borde del ano. Esta presión focalizada, sumada a la acción de la gravedad sobre un recto en posición de evacuación, incrementa significativamente la probabilidad de desarrollar las afecciones mencionadas.
Por estas razones, los especialistas recomiendan que el uso del inodoro se limite a su propósito principal, evitando distracciones que prolonguen innecesariamente el tiempo de permanencia.