La octogésima sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) dio inicio el pasado 9 de septiembre en la sede de la organización en Nueva York, bajo la presidencia de Annalena Baerbock. Este periodo, que se extenderá hasta el 8 de septiembre de 2026, conmemora el 80º aniversario de la fundación de la ONU y se centra en el lema “Mejor Juntos: 80 años y más por la paz, el desarrollo y los derechos humanos”.
El punto álgido de esta sesión será la Semana de Alto Nivel, programada del 22 al 30 de septiembre, donde se espera la participación de numerosos jefes de Estado, de Gobierno y altos funcionarios de los 193 países miembros. Este aniversario coincide con un panorama internacional caracterizado por una serie de desafíos tanto tradicionales como emergentes, lo que renueva el debate sobre la eficacia y la adaptación de la organización multilateral más grande del mundo.
Las Naciones Unidas fueron fundadas en 1945, tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial, con el compromiso explícito de «preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra». La Carta de la ONU se firmó el 26 de junio de 1945 y entró en vigor el 24 de octubre del mismo año, estableciendo un marco para la cooperación internacional y la búsqueda de la paz y la seguridad.
El Papel de la ONU en Ocho Décadas
La ONU, sucesora de la Liga de las Naciones, asumió el rol de trabajar en las temáticas de paz y seguridad internacionales. A lo largo de sus ocho décadas, su desempeño ha sido objeto de análisis. Aunque se reconoce que estas organizaciones no pueden ser garantes absolutos de la paz, y que el orden mundial ha sido moldeado por los intereses de las potencias, la ONU ha proporcionado un foro esencial. Analistas internacionales señalan que la paz, más allá de un concepto idealista, se manifiesta a menudo como la ausencia de guerra, y que los Estados buscan continuamente evitar conflictos para maximizar su existencia.
Limitaciones y la Necesidad de Transformación
Con frecuencia, la ONU es criticada por sus limitaciones, particularmente en lo que respecta a la aplicación del derecho internacional. Desde hace al menos un cuarto de siglo, existe un consenso creciente sobre la necesidad de modernizar la organización para que refleje mejor las realidades y necesidades del sistema internacional actual. El mundo ha cambiado drásticamente desde su fundación.
El sistema internacional demanda una revisión de la composición del Consejo de Seguridad, el cual, según muchos expertos, ha cumplido su ciclo en su formato actual. Fue concebido por los grandes vencedores de la Segunda Guerra Mundial, en una época sin el nivel de globalización que se ha vivido en los últimos 50 años. Se argumenta que la representación actual no abarca los intereses globales, señalando la ausencia de miembros permanentes de regiones como América del Sur, África o el sudeste asiático. Un elemento de particular tensión es el derecho de veto de sus miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido), que a menudo bloquea asuntos cruciales de seguridad internacional debido a intereses ideológicos y económicos.
A pesar de estas deficiencias, se mantiene la convicción de que la ONU es un espacio indispensable para el diálogo y el entendimiento entre los países, fundamental para seguir las reglas construidas por la sociedad internacional para las interacciones globales.
Un Orden Mundial en Evolución
La ONU sigue esforzándose por abordar las crisis regionales que impactan la estabilidad y seguridad globales, incluyendo desafíos como el cambio climático, la pobreza extrema y las migraciones forzadas. Ha impulsado iniciativas como la Agenda 2030 con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, aunque no siempre ha logrado imponerse para reducir las tensiones mundiales.
El orden mundial sigue en transformación, con un debate abierto sobre si evolucionará hacia un modelo bipolar o multipolar. Mientras tanto, persisten las tensiones regionales y subregionales. En sus primeros 80 años, la ONU ha demostrado ser eficiente en su estructura, pero no siempre efectiva en la resolución de conflictos. La clave reside en su capacidad de modernización, especialmente en el ámbito de la seguridad internacional, dentro de un orden mundial que sigue siendo complejo y definido por los grandes actores.
La existencia de instituciones como las Naciones Unidas sigue siendo fundamental en un mundo intrínsecamente complejo.