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Un giro de fe lleva a un brasileño a borrar los tatuajes que cubrían el 95% de su cuerpo

Leandro de Souza, conocido durante años como el hombre más tatuado de Brasil, se somete a un arduo proceso con láser para eliminar las marcas de su piel, una decisión impulsada por una conversión religiosa que lo ayudó a superar una década de adicciones.
Leandro de Souza decidió cambiar su estilo de vida y comenzó un procedimiento para eliminar los tatuajes de su cuerpo. (Internet)

De un ícono del arte corporal a una nueva identidad

Durante más de dos décadas, Leandro de Souza fue una figura reconocida en Brasil, no por su trabajo como fotógrafo, sino por la extensa tela de tinta que cubría su cuerpo. Con el 95% de su piel cubierta por más de 170 tatuajes, su imagen era inconfundible. Ahora, a los 35 años, ha emprendido un arduo proceso para borrar ese pasado de su piel.

De Souza se está sometiendo a un doloroso tratamiento con láser para eliminar cada una de las marcas que lo acompañaron desde la adolescencia. La decisión, según ha explicado, está directamente vinculada a una profunda transformación personal y espiritual. Tras una década marcada por la inestabilidad emocional y las adicciones, encontró en la fe evangélica un nuevo propósito.

“Hice mi primer tatuaje a los 13 años. En ese momento eran expresiones de lo que yo idolatraba: Guns N’ Roses, Nirvana, Metallica… las bandas que marcaron mi juventud”, relató De Souza al medio brasileño G1. Lo que comenzó como una expresión de identidad juvenil se convirtió en un manto que casi lo cubrió por completo.

Un pasado de excesos y un punto de inflexión

La historia de De Souza está atravesada por un período oscuro. Hace diez años, un divorcio lo condujo a un camino de consumo de sustancias que comenzó con cocaína y escaló a combinaciones de LSD, éxtasis y alcohol. “No soportaba la vida que llevaba. Me transformé en una atracción, como un animal de circo”, reconoció.

Su apariencia lo convirtió en una figura pública llamativa, pero también profundizó un sentimiento de aislamiento y vacío que lo llevó a tocar fondo. El punto de inflexión ocurrió en su ciudad natal de Bagé, donde buscó refugio en un albergue municipal. Allí, el contacto con miembros de una comunidad evangélica inició un cambio fundamental en su vida.

“El primer paso es aceptar que no puedes hacerlo solo, que eres un adicto”, afirmó. “Decidí cambiar porque encontré algo más grande que yo mismo. Ahora predico y busco transmitir esperanza”. Dos años después de esa decisión, De Souza no solo ha abandonado el consumo de drogas y alcohol, sino que dedica su tiempo a compartir su testimonio en comunidades y prisiones.

El doloroso proceso de eliminar el pasado

La eliminación de los tatuajes es un proceso lento y exigente. Hasta la fecha, De Souza ha completado cinco de las ocho sesiones de láser programadas. Cada sesión, que se realiza cada tres meses, dura entre 30 y 40 minutos. “Duele mucho más que hacerlos. Tres veces más, incluso con anestesia”, admitió.

El dolor físico se ha convertido en una metáfora de su transformación interna, un recordatorio del peso de su pasado y del esfuerzo requerido para forjar una nueva vida. Su historia ha captado el interés del estudio de tatuajes Hell Tattoo, en São Paulo, que ha decidido documentar su proceso.

En abril de 2024, De Souza celebró su cumpleaños número 35 junto a otro hito significativo: un año libre de drogas y cigarrillos. Mientras su piel recupera lentamente su estado natural, su determinación para completar el proceso no muestra signos de flaquear.

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