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David Rieff: El 'Wokismo' como Distracción y Legitimador del Capitalismo

El historiador y analista político David Rieff examina críticamente el 'wokismo' y la política de identidades, argumentando que confiere legitimidad moral al sistema capitalista y que su auge es un síntoma de la decadencia de la alta cultura occidental.
David Rieff, escéptico con la cultura del presente.

El historiador y analista político David Rieff ha expresado una contundente crítica hacia el 'wokismo' o lo que se conoce como 'corrección política' y política de las identidades. Para Rieff, estas tendencias, a menudo vistas como progresistas, sirven más como una distracción de problemas estructurales graves que como un motor de cambio significativo. Rieff sugiere que, mientras el mundo enfrenta desafíos como la inflación, conflictos geopolíticos o el cambio climático, debates sobre aspectos superficiales de la identidad se presentan como 'un buen negocio', eludiendo discusiones más profundas.

En su reciente obra, Deseo y destino, Rieff profundiza en esta perspectiva, señalando que la ideología de la Diversidad, Equidad e Inclusión (DEI) desempeña un 'servicio esencial al conferir legitimidad moral a un sistema capitalista en Occidente que, tras la decadencia del cristianismo y el vaciamiento del Estado nación, la precisaba con urgencia'.

Estas reflexiones provienen de un analista que no se alinea con la 'batalla cultural' ni con la nueva derecha. David Rieff, hijo de la renombrada ensayista Susan Sontag, es un autor de no ficción que se interesa por el análisis político. En una conversación, Rieff explicó las motivaciones detrás de su crítica.

Lo que observó fue la emergencia de una nueva izquierda cultural que, si bien aborda temas de identidad, carece de originalidad en términos económicos. Para Rieff, estas políticas se presentan como el 'movimiento emancipatorio de la época', pero su emancipación no confronta al capitalismo, sino que busca una representación más amplia dentro de él. 'Uno puede seguir trabajando en el Banco Tal, pero con su identidad trans respetada', ejemplifica. Es una política de izquierda sin una alternativa económica clara, lo que, según él, explica su triunfo durante la última década: no representa un desafío fundamental al sistema capitalista actual, limitando su oposición a términos culturales.

El capitalismo, argumenta Rieff, puede convivir 'muy amigablemente' con estas tendencias. Sin embargo, el surgimiento de figuras como Donald Trump ha marcado un cambio. Parte de la 'contrarrevolución' de Trump busca desmantelar la política identitaria y el sistema 'woke', un esfuerzo al que muchas empresas importantes podrían plegarse, configurando una 'contrarrevolución cultural'.

Rieff atribuye esta contrarrevolución a que el 'wokismo', al menos en Estados Unidos, ha sido 'demasiado extremista', especialmente con el fenómeno trans. La identificación de la centroizquierda con movimientos de emancipación trans, calificada por Rieff de 'demasiado radical para el electorado', ha 'abierto la puerta' al regreso de la derecha. Curiosamente, la derecha a menudo utiliza la misma retórica que el 'woke', empleando frases como 'no me siento seguro' o 'me siento amenazado', lo que Rieff interpreta como la victoria de una visión que equipara la violencia real con la metafórica.

El analista también establece una conexión entre el 'wokismo' y el protestantismo, específicamente la idea de la fe individual sin intermediarios. Para Rieff, la 'subjetividad radical del wokismo' —donde la visión subjetiva de la realidad, como la autoidentificación de género, prevalece sobre los hechos biológicos— resuena con la tradición protestante que permite al individuo definir su relación con Dios. Esta visión, influenciada por Estados Unidos, se propaga culturalmente, aunque Rieff duda de su perdurabilidad en regiones como Asia, donde la sociedad dicta las normas al individuo, no al revés.

En su obra, Rieff postula que el esplendor de la cultura occidental ya ha pasado, y el 'wokismo' es parte de este declive. Observa que en Occidente ya nadie cree en la 'gran cultura'; en su lugar, prevalece el deseo de contar autobiografías. Para dialogar con la 'gran cultura' se requiere someterse al pasado, algo que la época actual evita, prefiriendo 'cantar las canciones de sí mismos', una frase de Walt Whitman que Rieff utiliza para ilustrar un narcisismo ingenuo y autocentrado. Para la cultura 'woke', el pasado es solo un prólogo del presente.

Según Rieff, la única forma de cultura que esta época tolera es lo kitsch. La noción de que la cultura conduce a un mundo mejor es, para él, una visión narcisista. Considera que la cultura es un 'epifenómeno de la vida material'. El 'wokismo', predice, destruirá la 'gran cultura occidental' sin reemplazarla con algo genuinamente emancipatorio. Al no alterar la economía, lo que prevalecerá será lo que produce dinero: la cultura popular kitsch, la más exitosa en términos materiales. Será 'la victoria del dinero', justificada con pretextos morales como que la experiencia de escuchar a Bach 'no es democrática', mientras que la música popular es accesible a todos. Las facultades de humanidades, observa, ponen énfasis en la cultura popular, permitiendo doctorados sobre artistas contemporáneos, lo cual, aunque 'muy bien', no constituye una 'emancipación auténtica', sino una 'distracción'.

En cuanto a su vínculo con la obra de su madre, Susan Sontag, Rieff reconoce haber aprendido mucho, destacando su posición contra la metáfora. Para él, un aspecto principal del 'wokismo' es la 'metaforización de la experiencia', un punto en el que su análisis tiene una deuda importante con el trabajo de Sontag, aunque él se inclina más hacia la Historia que hacia las 'ideas eternas' de su madre.

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