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Leonardo Padura retrata la precariedad y el desencanto de la Cuba actual en su nueva novela

El escritor Leonardo Padura utiliza una tragedia familiar en su más reciente novela, “Morir en la arena”, para explorar medio siglo de historia cubana y reflejar la profunda crisis social y el desencanto de una generación que sacrificó todo por una revolución que la dejó en la pobreza.
La vida cotidiana en Cuba, según Leonardo Padura: “Hombres y mujeres se descubren más pobres que nunca” (Crédito: Internet)

Una tragedia familiar como espejo de la isla

En su más reciente novela, “Morir en la arena”, el escritor cubano Leonardo Padura explora la precariedad y el silencio que marcan la vida cotidiana en Cuba. La obra, que parte de un parricidio ocurrido en un entorno cercano al autor, narra la historia de una familia fracturada por la violencia y el resentimiento, sirviendo como un microcosmos para retratar cincuenta años de transformaciones y decepciones en la isla.

La trama se centra en el reencuentro de dos hermanos separados por un crimen y la inminente salida de prisión de uno de ellos. Padura aclara que, si bien la historia se inspira en un hecho real, es un ejercicio de ficción. “La mejor historia que te puedan contar, cuando la escribes, a veces no funciona”, señaló en una reciente entrevista. “Yo reescribo la realidad para lograr un fin dramático, porque al final es la ficción la que decide cómo organizas una trama”.

La crónica de una generación derrotada

La novela se adentra en el profundo desencanto de una generación que, tras décadas de lealtad al proyecto revolucionario, enfrenta una vejez de empobrecimiento. “Hombres y mujeres que estudiaron, trabajaron, se sacrificaron, repitieron consignas, incluso pelearon en la guerra de Angola”, explica Padura. “Tras años de esfuerzo, se descubren más pobres que nunca, viviendo de las remesas enviadas desde el extranjero”. Para el autor, esta situación es un reflejo extremo de una tendencia global: el retroceso de las políticas de seguridad social.

A través del personaje de Raymundo Fumero, un intelectual que intenta documentar los hechos, Padura reivindica a la figura del intelectual en Cuba, especialmente a aquellos marginados durante la represión cultural de los años setenta. Palabras como miedo, pavor y temor se repiten a lo largo del texto, conformando lo que el narrador denomina “la crónica de la derrota de esta generación”.

Sobrevivir en La Habana

El autor, galardonado con el premio Princesa de Asturias, no se abstrae de la realidad que describe. Mencionó haber tenido que instalar un sistema de paneles solares y baterías en su casa, una inversión de 4.000 dólares, para hacer frente a los constantes apagones, que en algunas zonas de la isla pueden extenderse hasta 20 horas al día. “No todos pueden permitirse esto”, comentó, subrayando las estrategias de supervivencia individuales en un país donde los servicios básicos fallan.

Padura también se refirió a las formas de censura que persisten. “Hoy no son tan drásticos, pero existen. Hay una manera muy fácil de censura: decir que no hay papel, y que tu libro no se puede imprimir. Que, además, es cierto”, ironizó. Atribuye su libertad creativa a su relación editorial internacional, que le permite enviar sus manuscritos fuera de la isla de forma inmediata.

El escritor observa con preocupación la degradación social, que se manifiesta en fenómenos como el “reparto”, una variante del reguetón que califica de “escatológico, sexista, soez y agresivo”. Lo considera un síntoma del colapso económico y de valores que se agudizó tras el Período Especial. La escasez es tal, que recuerda una frase popular que circula con humor negro en la isla: “Si en la calle la comida está tan difícil, imagina en la cárcel”. Esta frase alude al miedo latente tras las protestas de julio de 2021, que resultaron en severas condenas para cientos de manifestantes. “La gente sufre y calla”, concluye.

Con un presente deprimido, Padura se muestra escéptico sobre el porvenir. “No lo sé. El presente está tan deprimido que necesariamente tiene que haber algo que ocurra, un gran cambio, no sé si para mejor o para peor”, admitió, extendiendo su incertidumbre al contexto global. “Me temo que estamos abocados a un gran signo de interrogación”.

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