Un examen de la historia del arte revela una fascinante evolución en la representación de los bebés. A menudo, la manera en que los artistas abordan la infancia en sus lienzos refleja no solo las convenciones de su época, sino también sus propias experiencias vitales, especialmente la paternidad. Desde las figuras genéricas hasta los retratos cargados de individualidad, la imagen del niño ha transitado por diversos significados y sensibilidades.
La Paternidad como Catalizador Artístico
El pintor William Merritt Chase, quien se casó a los 38 años y tuvo ocho hijos, ejemplifica esta transformación personal y artística. Antes de su matrimonio con Alice Gerson, Chase dedicó su vida al arte, produciendo obras como "Niño con grabados", donde un infante desarma una carpeta, siendo el desorden el foco principal. Sin embargo, tras convertirse en padre, la aproximación de Chase a los retratos infantiles adquirió una nueva profundidad. Cuadros como "La alegría de una madre", "Madre y niño", "Bobbie" y "Roland" exhiben un meticuloso cuidado en los detalles de los rostros de sus hijos, sugiriendo una conexión emocional que trascendía la mera observación técnica. Chase, conocido por su extravagancia y vestimenta llamativa, era un padre presente, y la presencia de sus hijos en su estudio, aunque simulaba enojarse, probablemente infundió sus retratos con una autenticidad singular.
De lo Universal a lo Específico
La representación de un bebé plantea un desafío único para el artista. A menudo, el intento de dibujar un infante deriva en una generalización, lo que el filósofo Charles Sanders Peirce denominaría un "ícono": una semejanza física universal con el signo representado, como si se dibujara a "todos los bebés del mundo" en lugar de a una persona específica. Este fenómeno se observa en diferentes periodos. Vincent Van Gogh, por ejemplo, en Arlés, luchó por conseguir modelos. Al retratar a Marcelle Roulin, la hija de su cartero, su interés no residía en la individualidad del bebé, sino en las sensaciones que su imagen evocaba, en línea con su enfoque postimpresionista.
Esta tendencia a la universalización se hace evidente también en el arte medieval. El historiador Matthew Averett describe el concepto del "Jesús Homúnculo", donde el niño Jesús era retratado como un pequeño hombrecito, ya formado, fuerte y poderoso. Cuando la pintura dejó de ser exclusivamente religiosa para incluir a familias aristocráticas, esta convención se mantuvo, resultando en bebés que, a los ojos modernos, "parecen hombres pequeños con calvicie", como explica Averett. La prioridad no era capturar la fragilidad o la singularidad de la infancia, sino proyectar una imagen simbólica o de estatus.
Propósito y Emoción en la Representación Infantil
No obstante, cada época y cada artista ofrecen matices. Si bien los niños en las obras de Caravaggio en el siglo XVII a menudo servían para ilustrar escenas bíblicas con propósitos narrativos o alegóricos, la pintura de Alice Neel "Nancy y Olivia" (1967) revela una perspectiva diferente. En esta obra, una madre sostiene a su bebé con una intensidad palpable; los ojos grandes y la tensión en los labios de la mujer transmiten un temor latente a la pérdida, mientras que los rasgos de la niña exultan ternura y, a la vez, insinúan un porvenir incierto. Es una representación donde la emoción y la singularidad de la relación madre-hija priman.
El historiador del arte Miguel Calvo Santos propone que la singular belleza en "Madre e hijo" de Gari Melchers podría deberse a que el artista no tuvo hijos. Argumenta que Melchers "supo captar lo que no captan los padres, quizás cegados por el amor". Aunque intrigante, esta teoría podría ser una excepción a una tendencia más amplia, donde muchos artistas, en diversas épocas, representaron a los bebés no como sujetos con una identidad propia, sino como objetos decorativos o como esos "hombrecitos en miniatura" genéricos e icónicos. Sin embargo, la trayectoria artística demuestra que, más allá de la mera anatomía, la representación de un bebé puede encapsular la continuidad del mundo y la esperanza de un futuro, revelando profundidades insospechadas cuando el artista trasciende la generalización para abrazar la particularidad de cada pequeña vida.