El octavo capítulo de la serie televisiva 'Blood of my Blood', precuela de 'Outlander', ha ofrecido una ventana a las prácticas médicas del pasado, específicamente en el ámbito de la medicina medieval. La trama introduce una cataplasma destinada a 'restaurar la virginidad perdida', un concepto que, si bien hoy se considera anacrónico, revela mucho sobre los fundamentos de la medicina de la época y las construcciones sociales en torno a la pureza femenina.
Los Compendios de Trótula y la Ginecología Medieval
La preparación de este remedio en la ficción es atribuida a un personaje que invoca los textos de 'Trótula', una obra del siglo XII. Este compendio, cuyo nombre honra a una de sus autoras, Trótula de Salerno, es fundamental en la historia de la medicina. Trótula, nacida en el siglo XI, es reconocida como una de las primeras médicas de la historia y, posiblemente, la primera especialista en ginecología. Su influencia se extendió como profesora en la Universidad de Salerno, una institución notable por su apertura a mujeres académicas. Aunque sus recetas, como la destinada a la virginidad, carecen de validación científica moderna, su trabajo sentó precedentes cruciales para el estudio de las necesidades médicas específicas de las mujeres.
Pruebas y Remedios en la Época Medieval
En la narrativa de 'Blood of my Blood', se ilustran métodos empleados para verificar la virginidad de una mujer, reflejando prácticas históricas. Uno de estos era la prueba de orina, donde se analizaba la claridad del líquido tras la ingesta de una pócima, vinculando una orina 'pura' con la virtud. Esta prueba carecía de base científica, dependiendo más de la hidratación y salud renal que de la castidad. Otra práctica era la inspección de la vulva, donde se interpretaba una apertura mayor como signo de no virginidad. La falta de conocimiento anatómico y fisiológico de la época llevó a conclusiones erróneas, ya que la elasticidad y diversidad de la anatomía vulvar no se correlacionan con la experiencia sexual.
Los textos de Trótula, buscando responder a las preocupaciones de su tiempo, describían remedios para 'encoger la vulva', utilizando sustancias como el alumbre, la corteza de granada, la manzana de roble y el llantén. Aunque hoy se sabe que estos no eran eficaces para el fin deseado, algunas sustancias, como el llantén, han sido investigadas por sus propiedades antiinflamatorias en el útero. Esta confusión entre vulva y útero en la terminología de la época subraya los límites del conocimiento médico de entonces. No obstante, el esfuerzo de Trótula por abordar la salud femenina desde una perspectiva especializada la consagra como una figura pionera.
La Desmitificación de la Virginidad en la Era Moderna
Es crucial reconocer que el concepto de virginidad es, en su esencia, un constructo social y coitocéntrico, carente de respaldo científico. Minimiza la complejidad de la sexualidad humana a la mera penetración vaginal masculina, ignorando la diversidad de prácticas sexuales y orientaciones. Históricamente, la virginidad ha sido utilizada como una herramienta de control, particularmente sobre la libertad sexual de las mujeres, al promover la idea de una 'pureza' que debe ser 'guardada' o 'perdida'.
Además, la noción de que el himen es un indicador fiable de virginidad es un error. El himen no es un 'sello' que se rompe exclusivamente con la primera relación sexual coital. Puede romperse o alterarse por diversas actividades no sexuales, como el deporte o incluso el uso de tampones, o puede no romperse en absoluto con la penetración. Por ende, la integridad del himen no ofrece una prueba concluyente sobre la experiencia sexual de una persona.
La representación en 'Blood of my Blood' de estas creencias y prácticas medievales sirve como un recordatorio de cómo los conceptos de salud y moralidad han evolucionado. Si bien las soluciones de Trótula no resisten el escrutinio científico actual, su legado radica en haber sido una voz temprana en la atención a la salud de las mujeres. La persistencia de mitos sobre la virginidad en la sociedad contemporánea, a pesar del avance del conocimiento, evidencia la arraigada naturaleza de los conceptos sociales que han sido empleados para controlar y limitar la autonomía individual, especialmente la femenina.