Un Urbanismo Centrado en la Naturaleza y la Luz
Charles-Édouard Jeanneret-Gris, conocido mundialmente como Le Corbusier (1887-1965), fue un pionero de la arquitectura moderna cuyas ideas continúan siendo relevantes, especialmente en el contexto de la actual crisis climática. A 60 años de su fallecimiento, su obra es reexaminada no solo por su impacto estético, sino por su anticipada visión sobre la sostenibilidad y la integración de la naturaleza en el diseño urbano.
Aunque inicialmente no deseaba ser arquitecto, se convirtió en una de las figuras más influyentes del siglo XX. “Fue el primer arquitecto globalizado”, afirma Brigitte Bouvier, directora de la Fundación Le Corbusier en París, encargada de preservar su legado.
Mucho antes de que la sostenibilidad se convirtiera en un concepto central en la arquitectura, Le Corbusier ya implementaba soluciones para el control climático. Un ejemplo destacado es su trabajo en Chandigarh, la ciudad que diseñó en India tras la partición de 1947. Allí, experimentó con sistemas de ventilación natural y los “brise-soleil” (quiebrasoles) para mitigar el calor, como se observa en el Complejo del Capitolio, un conjunto de edificios de estilo brutalista.
Esta edificación, junto a otras 16 obras repartidas en siete países, fue inscrita como patrimonio mundial de la Unesco en 2016. Su filosofía quedaba clara ya en 1933, cuando estableció que los materiales del urbanismo eran, en este orden: “el sol, el espacio, los árboles, el acero y el hormigón armado”. La naturaleza y la luz eran, según la fundación que lleva su nombre, elementos obsesivos y centrales en su obra.
Sus diseños en París, como la Casa Jeanneret o la Casa La Roche, son testimonio de su búsqueda de espacios diáfanos, grandes ventanales horizontales y una constante interrelación entre la vegetación y la vida doméstica.
Las Controversias de un Legado Complejo
El legado de Le Corbusier no está exento de controversia. Se le ha vinculado con el régimen pro-nazi de Vichy en Francia, una acusación que la Fundación Le Corbusier matiza. “Para construir, un arquitecto necesita relación con el poder, pero no creo en absoluto que fuera fascista”, argumenta Bouvier, señalando que en 1942 abandonó el entorno de Vichy y que también aceptó encargos del régimen comunista de la Unión Soviética.
Otra crítica recurrente se centra en su concepto del “Modulor”, un sistema de proporciones basado en una figura masculina de 1,83 metros de altura. Críticos modernos consideran esta medida un estándar excluyente. Sin embargo, defensores de su obra, como Bouvier, califican estas críticas de “reduccionistas” y citan ejemplos como la Unité d’habitation en Marsella, donde los espacios fueron diseñados con flexibilidad, incluyendo paredes que funcionaban como pizarras a la altura de los niños.
El Artista Detrás del Arquitecto
A pesar de su fama como arquitecto, Le Corbusier “detestaba la arquitectura” en su juventud, según relató Bouvier. Fue su profesor, Charles L’Eplattenier, quien lo guio hacia la disciplina, aunque nunca abandonó sus primeras pasiones. Dedicaba las mañanas a la pintura y la escritura, y las tardes al trabajo en su estudio. También incursionó en el diseño de mobiliario junto a su primo, Pierre Jeanneret, y Charlotte Perriand, creando piezas icónicas.
Su carácter tenaz fue clave para materializar sus ideas. “Para construir hacía falta mucha tenacidad y valor, sobre todo para imponer ideas revolucionarias en su tiempo”, concluyó Bouvier.