Un nuevo capítulo en Tasmania
Mariana Enriquez, una de las voces más potentes de la literatura contemporánea argentina y de proyección internacional, ha iniciado una nueva etapa en Launceston, una pequeña ciudad en la isla de Tasmania, Australia. La decisión, tomada junto a su marido, busca una vida más tranquila y reposada. "Aprovechando que hoy se puede estar y escribir desde cualquier lugar", explica.
Sin embargo, la distancia plantea un desafío para una autora cuyo universo narrativo está profundamente anclado en la realidad argentina. "Lo que yo escribo es muy argento. Entonces, quiero mantener el contacto", afirma, y planea viajar a Argentina anualmente para no perder la conexión con la fuente de sus historias. Su rutina ha cambiado: ahora escribe por la mañana, desmitificando la idea romántica de que la oscuridad de sus relatos requiere la noche. "Para trabajar prefiero luz, café, estar despierta", confiesa.
El fenómeno global
Enriquez representa un cambio en la percepción de la literatura latinoamericana, alejada del realismo mágico del "Boom" del siglo XX. Su pluma, urbana y oscura, ha resonado en una nueva generación de lectores globales. Ella es consciente de este cambio en el mercado editorial. "Estados Unidos y Europa está buscando la minoría. Porque la industria editorial quedó bastante del lado de lo culto y lo políticamente correcto", analiza. "Buscan y encuentran el latinoamericano, el asiático, la mujer, lo queer... Ok, se abrió esta puerta. Hay que meterse ahí con toda la disrupción que se pueda".
Actualmente, se encuentra escribiendo una nueva novela que espera terminar el próximo año, con una posible publicación a mediados de 2026.
El punto de inflexión: 'Nuestra parte de noche'
Si bien ya era una escritora reconocida, el verdadero punto de inflexión en su carrera llegó con su novela 'Nuestra parte de noche'. Tras ganar el prestigioso Premio Herralde en diciembre de 2019, la pandemia de 2020, lejos de frenar su impulso, lo amplificó. "Cuando pasó la locura más intensa (...) empezó a pasar", recuerda. Las charlas por videollamada multiplicaron su audiencia y en redes sociales comenzaron a aparecer ilustraciones de sus personajes creadas por los fans.
El cambio fue radical. "De una presentación llena a tener, como pasó en la Feria del Libro de Buenos Aires, tres cuadras de cola para firmar libros", relata. "Antes de 'Nuestra parte de noche' era todo bastante tranquilo. No me conocía nadie por la calle. Ahora sí".
De la página a la pantalla
El universo de Enriquez se ha expandido a otros formatos, con adaptaciones al teatro, al cine y una miniserie en producción dirigida por Pablo Larraín. Su filosofía ante estas traducciones audiovisuales es mantener la distancia. "Un guion es totalmente diferente. La cabeza que piensa un guion no es la cabeza que piensa la narrativa", sostiene. Aunque valora la experiencia de haber trabajado con Larraín, confirma que no tiene intenciones de escribir sus propios guiones. "Fue un curso rápido de entender cómo funciona todo eso".
Encuentros con la oscuridad
La intensidad de su obra a menudo se refleja en sus seguidores. Enriquez relata dos encuentros particularmente singulares. En una ocasión, en Chile, un admirador le regaló un inquietante óleo hiperrealista de Omaira, una niña que protagoniza una escena de 'Nuestra parte de noche'. La imagen era tan perturbadora que la escritora no se ha atrevido a colgarla, pero tampoco a desecharla. "Se convirtió en algo supersticioso. No la puedo dejar, porque es como una pintura maldita", explica.
En otro evento en Buenos Aires, un joven abrió su mochila y sacó varios frascos que contenían mudas de piel de tarántula, causando pánico entre los presentes. "Él y yo sabíamos que era la muda de piel, pero el resto de la gente no. Estuvimos al borde del caos", recuerda la autora, ilustrando la singular y a veces extraña devoción que su literatura es capaz de inspirar.