El origen del sufrimiento en el consultorio
En su nuevo libro, “10 historias de vida, sufrimiento y amor” (Paidós), el reconocido psicoanalista Juan David Nasio presenta diez relatos basados en casos reales para explorar las complejidades de la mente humana y los procesos de transformación personal. La obra aborda problemáticas como la anorexia, las adicciones y las fobias, ofreciendo una perspectiva clínica y humana sobre el camino terapéutico.
Nasio utiliza su experiencia para exponer cómo el diálogo y la empatía en el consultorio pueden ser herramientas clave para superar el dolor. El libro se presenta como un recorrido por distintas trayectorias vitales, detallando las estrategias aplicadas durante el tratamiento de sus pacientes.
La fobia como eco de un trauma infantil
Un fragmento del libro, centrado en dos casos de fobia, ilustra el enfoque del autor. Nasio postula que la fobia —definida como un miedo intenso e incontrolable ante un peligro imaginario— tiene su origen en un trauma infantil, específicamente en la pérdida repentina o el abandono de un ser querido. Según su análisis, “el miedo fóbico del adulto de hoy es la repetición del miedo traumático del niño abandonado de ayer”. Sostiene que la persona teme revivir el desgarro de esa separación original, y ese temor reaparece en la edad adulta como el pánico a estar solo frente a una situación percibida como peligrosa.
Para ejemplificar su teoría y método, Nasio relata dos casos. El primero es el de Mateo, un adolescente con una fobia escolar severa que le impedía asistir a clases. El psicoanalista observó que el pánico del joven estaba ligado a una relación simbiótica con su madre y una figura paterna distante. El tratamiento trascendió el consultorio: Nasio acompañó al joven y a su padre hasta la puerta del colegio, donde le enseñó ejercicios de respiración para controlar la angustia. Esta intervención directa en el lugar del conflicto, coordinada con los padres, fue decisiva para la recuperación de Mateo.
El segundo caso es el de Inés, una joven que sufría de agorafobia, lo que la mantenía recluida en su hogar. Su historia clínica reveló que había sido abandonada por su madre a los tres meses de edad. El tratamiento combinó medicación para reducir la ansiedad, un programa de exposición progresiva a la calle acordado con su esposo, y un profundo trabajo analítico. El punto de inflexión ocurrió durante una sesión en la que la paciente, angustiada por la posible pérdida de su vivienda, pudo conectar ese temor con el dolor del abandono original. Nasio describe este momento como una “reviviscencia compartida” que redujo significativamente la fobia y permitió a Inés reconectar con su vida y su vocación por la escritura.
El rol del psicoanalista y el espacio terapéutico
Nasio aprovecha estos relatos para reflexionar sobre el papel del terapeuta, a quien describe no solo como un analista que revela causas inconscientes, sino también como un psicoterapeuta que alivia el conflicto y un guía que enseña a dominar la angustia. Afirma que el verdadero lugar del psicoanálisis reside “en la cabeza y en el corazón del psicoanalista”, más allá del espacio físico del consultorio.
Asimismo, desmitifica el uso del diván, señalando que aunque es una herramienta útil para fomentar un diálogo interior, no es un símbolo indispensable del psicoanálisis. Un análisis puede llevarse a cabo con el paciente sentado o, como demuestran sus ejemplos, incluso fuera de la consulta, adaptándose siempre a las necesidades del proceso terapéutico.