Un viaje a través de la historia del arte argentino
En el marco de la feria arteba, un evento que congrega a más de 400 artistas en los pabellones de Costa Salguero, es posible trazar una narrativa de la historia del arte argentino del siglo XX a través de una selección de obras clave. Estas piezas, presentadas por diversas galerías, ofrecen una mirada a las vanguardias, las rupturas estéticas y los contextos sociales que moldearon a generaciones de creadores.
Los pioneros y las vanguardias europeas
El recorrido puede iniciarse con Xul Solar (1887-1967), un artista fundamental que fue testigo de las vanguardias europeas y desarrolló una perspectiva singular. Una acuarela de 1919, exhibida por la galería Rubbers, data de su estancia en Londres, un período en el que creaba lenguajes como la panlengua y el neocriollo. La obra, centrada en retratos femeninos, muestra su estilo místico y simbólico, que fusionaba influencias del neogótico con la estética oriental.
De la misma época, la galería Sur exhibe una obra temprana de Antonio Berni (1905-1981) realizada tras su primer viaje a Francia. La pieza de 1930 evidencia una profunda influencia del surrealismo, en particular de Giorgio de Chirico. El óleo retrata al asesino en serie francés Henri Landru, conocido como el “Barba Azul de Gambais”, un tema que refleja el interés del artista por la “revolución moral” que proponía esta vanguardia.
La abstracción irrumpe con fuerza en la obra de Juan Del Prete (1897-1987). Roldán Moderno presenta una pieza de 1934, expuesta originalmente en la “Primera muestra de Arte no figurativo” en la Asociación Amigos del Arte. Realizada con óleo, cemento y láminas de metal, esta obra es un testimonio del rupturismo del artista, quien tras su paso por París y su contacto con figuras como Mondrian y Calder, introdujo la no figuración en una escena artística porteña mayoritariamente hostil a esta nueva corriente.
El constructivismo y la búsqueda de una identidad latinoamericana
Una pieza de hierro de 1941 del uruguayo Joaquín Torres-García (1874-1949), en la galería de las misiones, es representativa de su lenguaje maduro. Ese mismo año, el artista publicó su libro “Ciudad sin Nombre”, y la obra refleja la incorporación de elementos visuales urbanos a su repertorio. Fundador de la Escuela del Sur, Torres-García abogó por un arte latinoamericano que fusionara la abstracción geométrica con símbolos precolombinos, bajo el concepto de Universalismo Constructivo.
La abstracción y la neofiguración en la segunda mitad de siglo
La pintora, crítica y galerista Germaine Derbecq (1899-1973) es otra figura clave. Una obra suya de 1945, “La anunciación”, puede verse en la galería Calvaresi. Este óleo de gran formato remite al episodio bíblico desde un lenguaje geométrico y fue pintado en la sombría París de la posguerra. Defensora del arte abstracto, Derbecq consideraba que esta corriente surgía de una necesidad espiritual tras el desencanto con el hombre y la ciencia provocado por la guerra.
La obra de Luis Felipe “Yuyo” Noé (1933-2023) marca otro momento crucial. Un óleo de 1962, en la galería Palatina, alude a la matanza de pueblos originarios en Tierra del Fuego. Realizada en los inicios del grupo Otra Figuración, la pieza demuestra la preocupación del artista por la historia y la perspectiva social, alejándose de la abstracción pura para explorar una figuración gestual y crítica.
En la misma línea, Ernesto Deira (1928-1986), también miembro de la Nueva Figuración, está presente con una obra de 1963. Descrita por la historiadora Isabel Plante como “una declaración de principios” del movimiento, la pintura presenta una superficie cargada y feroz, donde dos figuras paródicas, casi abstractas, comentan sobre la propia función del retrato.
La abstracción continuó evolucionando con artistas como Sarah Grilo (1917-2007) y María Martorell (1909-2010). Una obra de Grilo de 1966, en Jorge Mara La Ruche, muestra la influencia de su estancia en Nueva York, donde integró elementos del entorno urbano como grafitis y letreros, abandonando lo que ella llamó “el puro arreglo formal-cromático”. Por su parte, un óleo de Martorell de la década del 60, en Remota, exhibe su maestría en el uso de bandas ondulantes de color para crear un movimiento continuo, una evolución conceptual de su pintura.
La irrupción de los años 80 y 90
La escena artística de los años 80, marcada por el retorno a la democracia, se caracterizó por una nueva libertad expresiva. Una colaboración de 1985 entre Alfredo Prior (1952-2024) y Guillermo Kuitca (1961), expuesta en Vasari, reinterpreta el mito clásico del rapto de Europa, conectando la vanguardia local con la gran tradición de la historia del arte.
La galería Hache presenta una serie de collages inéditos de Santiago García Sáenz (1965-2006) de la misma década. En ellos, el artista explora el cuerpo masculino y el deseo a través de la figura de superhéroes, reflejando el vértigo nocturno y la libertad sexual característicos del “destape” cultural.
Finalmente, Liliana Maresca (1951-1994) se consolidó como una figura central de esta época. La galería Rolf exhibe registros de su performance de 1991, “Ouroboros”, para la cual construyó una serpiente de veintiséis metros con los libros de su biblioteca, que luego fue incinerada. La obra es un ejemplo de su uso del cuerpo y la acción para denunciar la violencia social y cuestionar la naturaleza del arte en el espacio público.