A pesar de la severa crisis de financiamiento que enfrenta su industria cinematográfica, Argentina presentará cinco películas en el Festival de Cine de Venecia. Sin embargo, esta presencia oculta una realidad compleja marcada por los recortes gubernamentales que han afectado la producción nacional.
Desde la llegada al poder del presidente Javier Milei en diciembre de 2023, sus políticas de austeridad han impactado directamente al Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), el organismo público que promueve la producción cinematográfica. Estas medidas han paralizado al sector, limitando la capacidad de las productoras para operar.
Vanesa Pagani, presidenta de la Asociación de Productores Independientes de Medios Audiovisuales (APIMA), explicó que el sistema de subvenciones, que antes incluía anticipos, ha sido alterado. “Ahora hay que buscar la propia financiación privada”, señaló, y solo después de cumplir todos los requisitos “se tiene derecho al subsidio”. Según Pagani, desde que el INCAA está bajo nueva dirección, “ninguna película ha conseguido la financiación para realizarse”.
La incertidumbre sobre el destino de los recursos del instituto agrava la situación. “Nadie sabe a dónde van a parar los fondos que tiene el INCAA, porque sí tiene fondos, pues recauda un porcentaje de la venta de las entradas de cine, además de otras tasas, pero ese dinero no se está invirtiendo en producción nacional”, afirmó Javier Campo, investigador especializado en cine documental.
Los efectos de esta política ya se han reflejado en otros festivales internacionales. En el Festival de Cannes, la presencia argentina se redujo a un cortometraje y un largometraje. De manera similar, en el Festival Internacional de Cine de Berlín, la única película presentada fue “El mensaje”, de Ivan Fund.
En Venecia, además del documental “Nuestra Tierra” de Lucrecia Martel, fuera de competencia, se exhibirán cuatro producciones que son, en su mayoría, coproducciones con otros países. Interpretar esta selección como una “recuperación” sería un error, advirtió Campo, ya que se tratan de “coproducciones con financiamiento mayoritariamente externo”.
Hernán Findling, presidente de la Academia Argentina de Artes y Ciencias Cinematográficas, describió el panorama como una “especie de tormenta perfecta” que ha llevado la producción a un punto prácticamente detenido. La combinación de un “gobierno que no defiende la cultura” y los cambios macroeconómicos ha elevado los costos para la industria. “La producción cinematográfica disminuirá considerablemente en el corto y mediano plazo”, añadió.
Aunque las plataformas de streaming y las grandes productoras ayudan a mantener algunos rodajes activos, las producciones más pequeñas y de autor son las más perjudicadas. “Hay una parte del cine que se está perdiendo, una parte del cine que tiene una larga trayectoria en los festivales”, lamentó Pagani. Además, estas plataformas tienden a apoyar a talentos ya consagrados, cerrando oportunidades para nuevos creadores.
Nicolás Vetromile, delegado sindical en el INCAA, advirtió sobre el riesgo de una “uberización del cine”, donde las leyes laborales se vuelven más laxas para las plataformas. “Hoy en día, todas estas cuestiones quedan a discreción del empresario”, concluyó.