Una nueva producción para Netflix, “Las Muertas”, ha vuelto a poner en el centro del debate público uno de los episodios más oscuros de la crónica criminal mexicana del siglo XX. Dirigida por Luis Estrada y basada en la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia, la serie aborda la historia de las hermanas Baladro, un clan que construye un imperio de prostíbulos en el México de los años sesenta, cuya fachada se desmorona para revelar una red de asesinatos y encubrimiento.
Aunque la narrativa incorpora elementos de ficción y un característico humor negro, tanto la serie como la obra literaria de 1977 se inspiran directamente en el caso de las hermanas González Valenzuela. Bautizadas por la prensa de la época como “Las Poquianchis”, estas mujeres fueron responsables de una de las redes de prostitución forzada, trata y homicidio más siniestras del país.
El caso real de Las Poquianchis
Las cuatro hermanas, Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa González Valenzuela, operaron principalmente en los estados de Guanajuato y Jalisco durante las décadas de 1950 y 1960. Su negocio consistía en una red de prostíbulos que funcionaban bajo la apariencia de “casas de citas” o pensiones.
Según las investigaciones judiciales y los reportes periodísticos de la época, las hermanas reclutaban a mujeres jóvenes, muchas de ellas menores de edad, con falsas promesas de trabajo como empleadas domésticas o camareras. Una vez bajo su control, las víctimas eran forzadas a prostituirse en un régimen de violencia y confinamiento. Las condiciones eran precarias, sin acceso a atención médica ni libertad de movimiento.
Los testimonios que surgieron tras su detención revelaron que las mujeres que enfermaban, intentaban escapar o ya no eran consideradas productivas para el negocio eran castigadas con severidad. Muchas de ellas murieron como resultado de golpizas, inanición o enfermedades no tratadas. Los cuerpos eran enterrados en fosas clandestinas dentro de las mismas propiedades donde operaban los burdeles. Las estimaciones oficiales señalaron que más de 90 personas, en su mayoría mujeres, perdieron la vida a manos de esta organización criminal.
El entramado delictivo de Las Poquianchis se mantuvo activo durante años, en parte gracias a la complicidad de autoridades locales que ignoraron o facilitaron sus operaciones. Su imperio criminal colapsó en 1964, cuando una denuncia anónima condujo a la policía a uno de sus locales en San Francisco del Rincón, Guanajuato. La investigación inicial por trata de personas escaló rápidamente al descubrirse restos humanos en varias de sus propiedades, convirtiendo el caso en un escándalo nacional.
Delfina, María de Jesús y Carmen fueron detenidas y sentenciadas a 40 años de prisión, la pena máxima en ese momento. María Luisa, la hermana menor, fue internada en una institución psiquiátrica.
Impacto en la memoria colectiva
El caso de Las Poquianchis dejó una profunda huella en la sociedad mexicana, no solo por la brutalidad de los crímenes, sino por exponer la vulnerabilidad de las mujeres frente a las redes de explotación y la corrupción institucional que permitió su existencia. La historia fue documentada en crónicas, reportajes y, con el tiempo, se convirtió en material para obras de ficción.
La novela de Jorge Ibargüengoitia, “Las Muertas”, es la reinterpretación más célebre del caso, y ahora la serie de Luis Estrada revive esta historia para una nueva generación. Si bien la producción no pretende ser un documental, recupera el trasfondo social de la tragedia para reflexionar sobre la ambición, la impunidad y la violencia sistémica en un contexto histórico cuyas resonancias persisten en la actualidad.