Cuando Victoria Woodhull, de 54 años, testificó en un tribunal de Londres en 1894, estaba acostumbrada a ser subestimada. Creció en la pobreza en Ohio, y como mujer en la Norteamérica del siglo XIX, las oportunidades profesionales eran escasas y el derecho al voto, inexistente. Sin embargo, nada de eso le impidió convertirse en la primera mujer en fundar una empresa de bolsa en Wall Street y la primera en postularse a la presidencia de Estados Unidos. En aquel juicio, acusó al abogado que la interrogaba de suponer que tenía una “imaginación desbordante”. “Usted piensa eso porque soy mujer y no está dispuesto a considerar que las mujeres puedan ser seres humanos racionales”, afirmó.
La extraordinaria trayectoria de Woodhull es el tema de un nuevo libro de Eden Collinsworth, La improbable Victoria Woodhull, que traza el ascenso de una figura que oscilaba hábilmente entre la verdad y la fabricación. Woodhull se convirtió en corredora de bolsa y política después de años como consejera espiritual y clarividente. Viajó por Estados Unidos dando conferencias sobre temas tabú como el amor libre y el control de la natalidad, convirtiéndose en objeto de fascinación y burla en la prensa.
De la clarividencia a Wall Street
Victoria Claflin nació en 1838, la séptima de diez hermanos. Su padre era un estafador y su madre, una mujer mentalmente inestable. Desde los 12 años, su padre la puso a trabajar junto a su hermana pequeña, Tennie, presentándolas como “asombrosas niñas clarividentes”. A los 14 años se casó con un médico alcohólico, con quien tuvo dos hijos, uno de ellos con una discapacidad que requeriría cuidados de por vida.
Eventualmente, Victoria y Tennie se independizaron y se mudaron a Nueva York, donde el espiritismo les sirvió como tarjeta de presentación. El magnate naviero Cornelius Vanderbilt contrató a Victoria como consejera espiritual y a Tennie como sanadora, quien pronto se convirtió en su amante. Con el respaldo financiero de Vanderbilt, las hermanas abrieron su propia firma de corretaje, una hazaña sin precedentes para mujeres en esa época.
Candidatura presidencial y controversia
La riqueza obtenida en Wall Street sentó las bases para la candidatura presidencial de Victoria en 1872. Sin embargo, su activismo y la publicación de historias consideradas obscenas en un periódico de su propiedad la pusieron en el punto de mira de la campaña contra la inmoralidad liderada por Anthony Comstock. Como resultado, pasó el día de las elecciones en la cárcel.
A lo largo de su vida pública en Estados Unidos, Woodhull promovió el sufragio y el amor libre, pero también defendió ideas protoeugenistas, culpando al alcoholismo de su esposo por las discapacidades de su hijo. Era una superviviente que aprendió a manejar las lealtades con un calculado desapego.
La búsqueda de respetabilidad y el juicio en Londres
En 1877 se mudó a Inglaterra, donde buscó reinventarse y alcanzar la respetabilidad. Planeó casarse con un soltero de una familia de banqueros británicos y comenzó a ocultar su pasado, distribuyendo panfletos biográficos que blanqueaban su escandalosa carrera en Estados Unidos. Esta búsqueda de una nueva imagen culminó en la demanda por difamación que interpuso contra el Museo Británico, casi dos décadas después, por publicar un folleto con noticias sobre ella que, según alegaba, perjudicaban su reputación.
El juicio terminó en un empate técnico. El jurado consideró que el material era difamatorio, pero que los acusados no eran culpables. Woodhull ganó una libra por daños y perjuicios, pero tuvo que pagar las costas legales del museo, que ascendieron a 508 libras. Fue un veredicto improbable para una vida improbable. Como ella misma declaró en el estrado: “Lo único que importa en este juicio es lo que se puede creer”. A pesar de haber alterado su propia historia en numerosas ocasiones, el libro de Collinsworth logra unificar las verdades y mentiras en un retrato coherente de una figura capturada en todas sus contradicciones.