El sector productivo de Bolivia ha expresado una creciente preocupación por la persistente escasez de combustibles, una situación que amenaza con comprometer la campaña agrícola de verano, considerada la más importante del país. El presidente de la Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO), Klaus Frerking, advirtió que el éxito de la siembra depende de un suministro garantizado y oportuno de carburantes.
"Las filas continúan y en las provincias ya es normal pagar 10, 11, hasta 14 bolivianos por litro de diésel. Esto es insostenible", denunció Frerking en una conferencia de prensa, refiriéndose a las dificultades logísticas y al sobreprecio que enfrentan los productores en regiones como Beni y Santa Cruz.
La campaña de verano, que tiene previsto su inicio en octubre, abarca la siembra de 1,6 millones de hectáreas. El resultado de esta operación es fundamental para la economía nacional, ya que de ella dependen tanto el abastecimiento interno como las exportaciones. "No puede haber el riesgo de quedarnos sin combustible, porque de esta campaña sale la comida para los animales, la proteína para los bolivianos y los alimentos de exportación", enfatizó el dirigente.
El representante del sector instó al Gobierno a ofrecer una solución estructural al problema, pidiendo transparencia y garantías en la provisión de diésel y gasolina. "El país necesita decisiones firmes y coraje, no parches. Con combustible y seguridad jurídica podemos seguir produciendo y alimentando a Bolivia", concluyó.
La escasez de carburantes responde a una crisis energética de fondo en Bolivia. En la última década, la producción nacional de gas natural, que históricamente ha sido la principal fuente de divisas y ha permitido subsidiar los combustibles, ha caído en más de un 50%. Esta disminución ha obligado al país a depender cada vez más de la importación de diésel y gasolina, ejerciendo una fuerte presión sobre las reservas internacionales y provocando la escasez recurrente en las estaciones de servicio.