La película “La hermanastra fea” subvierte la conocida narrativa de Cenicienta para presentar una historia de horror corporal anclada en una profunda crítica social. La cinta, dirigida por Émilie Blichfeldt, desplaza el foco de la tradicional princesa, aquí llamada Agnes (Thea Sofie Loch Næss), hacia una de sus hermanastras, Elvira (interpretada por Lea Myren), en su desesperada búsqueda por cumplir con los cánones de belleza de su sociedad.
La trama explora la obsesión de Elvira por ser considerada “deseable” y captar la atención de un príncipe, para lo cual se somete a una serie de procedimientos físicos extremos y brutales. De esta manera, el filme se aleja del relato infantil popularizado por Disney para aproximarse a la crudeza de las versiones literarias originales de autores como los hermanos Grimm o Charles Perrault.
Si bien el punto de partida es familiar —el matrimonio del padre de Cenicienta con una viuda con dos hijas y el posterior maltrato a la joven—, la historia se torna progresivamente más oscura y explícita, utilizando el género conocido como “body horror” como un vehículo para examinar las consecuencias físicas y psicológicas de la presión social.
Lo que se desarrolla es un cuento de hadas terrible, no solo por sus escenas gráficas, sino por el análisis que realiza sobre los efectos de las expectativas sociales. A pesar de su contenido perturbador, la obra de Blichfeldt se presenta como una pieza cinematográfica inteligente e hipnótica, que redefine el clásico para una audiencia contemporánea.