Más allá de la metafísica
El cuento “El Aleph” de Jorge Luis Borges, tradicionalmente abordado desde su complejidad metafísica, admite una relectura que devela una profunda corriente erótica. Esta perspectiva desplaza el foco del asombro cósmico hacia el drama íntimo de un corazón roto, enmarcado por la rivalidad y el duelo. La historia, en esta clave, se transforma en la crónica de una obsesión corporalizada en la figura ausente de Beatriz Viterbo.
El escenario mismo del sótano y la postura del narrador —el “decúbito dorsal”— preparan el terreno para una experiencia más física que intelectual. Acostado en la oscuridad, el personaje de Borges no solo se enfrenta al universo, sino también a las “cartas obscenas” de Beatriz a su primo, Carlos Argentino Daneri. El “temblor” que lo sacude no es únicamente el lamento por la amada muerta, sino una reacción corporal ante la revelación de una intimidad que le fue negada y ahora le es expuesta a través del Aleph.
La Rivalidad por un Recuerdo
La contienda entre los dos escritores, el narrador y Daneri, trasciende la mera vanidad literaria. Se trata de una disputa por la posesión del recuerdo de Beatriz. Ambos buscan en el Aleph, ese punto que contiene todos los puntos, la imagen de la misma mujer, pero cada uno para su propio y exclusivo duelo. Cuando Daneri le dice al narrador que podrá “entablar un diálogo con todas las imágenes de Beatriz”, no solo le ofrece una visión, sino que lo desafía en el terreno más personal.
El torrente de imágenes que describe el narrador —el universo entero desfilando ante sus ojos— se vuelve un obstáculo. Lo que anhela no es la totalidad del cosmos, sino el fragmento específico que le pertenece: Beatriz. En este sentido, Borges satiriza la ambición humana de catalogar y comprender todo, la construcción de una “base de datos” total, demostrando su inutilidad frente a la especificidad del deseo y el dolor. El peligro no reside en ver el todo, sino en el sinsentido que emerge cuando lo más anhelado se disuelve en esa marea de información.
Un Acto de Mezquindad como Defensa
Quizás el momento más humano del cuento es también el más mezquino. Tras presenciar el Aleph, el narrador se niega a admitir su existencia ante Daneri. Este acto de despecho es un mecanismo de defensa. Al invalidar la experiencia, preserva un espacio de intimidad para su dolor y, fundamentalmente, le niega a Daneri el triunfo de compartir a Beatriz. Si el Aleph existe para ambos, entonces hay una Beatriz para cada uno; al negarlo, el narrador resguarda la suya como única y verdadera.
Este gesto convierte el cuento en una profunda elegía. Las visitas anuales a la casa de la calle Garay son ritos conmemorativos, y el desdén hacia Daneri se alimenta del modo en que este último profana la memoria de Beatriz al incorporarla en su pomposo poema cósmico. Al final, al negar la discusión, el narrador plantea una idea sobre la creación literaria: cada escritor construye su propio Aleph, un universo personal y limitado, a partir de los fragmentos que puede rescatar del olvido y el dolor. Como se pregunta al cierre del relato: “¿Existe ese Aleph en lo íntimo de una piedra? ¿Lo he visto cuando vi todas las cosas y lo he olvidado?”.